
Regresare alguna vez arriba, en ese lugar tan difícil de alcanzar. Ahí, donde todo parece bello. Y en ese mismo instante cuando sé lo pregunta, ya sé la respuesta.
Una mujer puede darlo todo con una sonrisa y recuperarlo todo con una lágrima.
Gabrielle Coco Chanel.
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A Gretel siempre le habían gustado los desafíos, buscar las cosas complicadas hasta que se hicieran fáciles y perdieran su encanto. Generalmente, disfrutaba conquistando hombres que le quedarán grandes, y cuando se ajustaban a su medida o inclusa se hacían más pequeños, ella los dejaba.
Gretel había sido, desde que tenía memoria, una mujer despiadada en algunos sentidos, amante de los juegos de azar y enemiga de lo dulce. Gretel, a pesar de ser una mujer muy inteligente, no siempre usaba bien sus dotes. Sus rizos dorados, sus ojos cálidos y su sonrisa de inocente, podrían haber estado destinado a un buen uso y no para jugar con centenares de hombres, y muchas veces, por qué no, con mujeres también.
Pero un día el juego dejo de ser divertido, se dio cuenta de que el camino que había marcado con migas de pan estaba siendo reemplazado por las migas de otra persona. A Gretel dejó de darle gracia toda esa situación y comprendió que su corazón empezaba a ser de algodón.
Las cosas un día cambiaron, el juego desalmado ya no estaba sobre la mesa y frente a Gretel las puertas se abrían. Se olvidó de su juramento, y con una sonrisa fue directo hacía el infierno. En aquél hombre encontró lo que jamás creyó, pues en un pozo cayó al comprender que lo que sintió fue amor.
Al principio Gretel pensó que con él todo sería igual, que el camino lo marcaba solo ella y que el juego estaba todavía en su poder. Pero pasó el tiempo, demasiado tiempo, y finalmente comprendió que le juego término.
Hansel era para ella muchas cosas resueltas en un mismo envase. Algo ingenuo cuando estaban juntos, pero un hombre bondadoso y apasionado en el fondo. Gretel dejó de un día para otro de planear el mundo y perdiéndose en el bosque con su mano tomando la de él, se arriesgo a lo que quizás no podía nunca llegar a ser.
Gretel fue feliz durante un corto periodo, le gustaba lo que él le hacía sentir, le encantaba como Hansel lo daba todo por ella y como con una simple sonrisa él ya se creía resuelto. Fueron largas experiencias en poco tiempo, muchas cosas se arriesgaron más ella de en eso no pensaba. Solo disfrutaba de estar a su lado, de dejarse complacer y de disfrutar de la vida.
Pero a medida de que la relación fue avanzando, a medida que Gretel comenzaba a quedarse ciega como Hansel y donde las semillas en el camino se habían perdido, ella comprendió que no tenían futuro. Tardo, tardo su tiempo en armarse de valor y convencerse de que él debía ser un juego más.
Gretel lloró más veces de las que sonrió, quizás sí se había enamorado, más ella había jurado jamás caer en tal pecado. No podía, no quería. Sabía lo que significaba para ella enamorarse de un hombre, sabía los riesgos que corría, sabía lo que perdía. Y de repente, Hansel no le era suficiente para tantas perdidas.
Un día, escuchando en su mente una voz lejana que la llamaba, Gretel empaco cuando él no espiaba. Le dolía en el alma y su corazón se cuajaba, pero era necesario, él no comprendía el error que estaban pasando.
Mientras se internaba en el bosque, deshecha y desamparada, Gretel intentaba convencerse de que la elección había sido la correcta. Por las mañana ella volvió a sus andadas, pensando que de ese modo Hansel desaparecería de su mente; pero tristemente así no era, y por las noches lloraba desgarrada.
Una sonrisa y diez mil lágrimas, así ella pagaba. Ya no le importaba perderse en su juego, ya no se gastaba en marcar su camino para no dejarse vencer; pues muy dentro de su pecho, ella ya había sido derrotada.
Una noche dejó a su nuevo amante en aquel bar que acostumbraba visitar, abrazando su cuerpo y recordando viejos momentos, Gretel lloró en medio del bosque. En medio del laberinto se encontró, pero no le importó, tampoco pensó en las consecuencias.
A lo lejos distinguió esa casa de colores que sabía que jamás debería entrar, pero la dudo ahora se encontraba dentro de ella y el dolor pensaba más que su cabeza. Extrañaba a Hansel, pero debía admitir que él había sido un juego más como todos los demás. Quizás había dejado que el corazón se saliera de su lugar, pero no podía dejarse caer por un simple hombre que alguna vez fue.
Indecisa y sin saber que rumbo podía tomar, Gretel se sentó en medio del laberinto y su vista fijó en aquella casa malvada. Casi de madrugada su corazón se detuvo cuando se dio cuento de quien era la persona que golpeaba la puerta. Abrió los ojos, y desde lejos disntiguió, que Hansel ciego se volvió. Aunque grito que aquel lugar era la perdición, pareció que nadie la escucho, y cuando corrió hasta allí ya tarde se volvió. La puerta en sus narices se cerro, y Hansel del otro lado se quedo.
Gretel, odiando su mente y dejando morir su corazón, golpeó la puerta de aquella casa de colores brillantes y lloró suplicando por el perdón. Pero para cuando la puerta fue abierta, Gretel se dio cuenta de que Hansel ya no estaba allí adentro, que la bruja ya se había deshecho de la basura.
Miró desde su lugar, arrodillada en el suelo, a aquella mujer que por fuera era tan hermosa como ella y por dentro tan podrida como una manzana vencida. Aunque le suplicó, se arrodillo y se humillo, la bruja ya nada podía hacer. Entonces, la bruja dos opciones le dio:
Podía marcharse y continuar la vida con desdicha, lastimando hombres y jugando a ser zorra. O, bien, podía admitir su error y pagar por este como era debido.
Gretel no sabía que hacer, negar que no le gustaba su juego sería absurdo, ya que antes de Hasel ella disfrutaba y se reía con lo que hacía. Pero después de Hansel, las cosas habían cambiado y ya no reía con la simpleza que antes le causaba el juego. Estaba en un dilema, podría obtener la primera opción y tratar de superar con el tiempo su fracaso con el amor, para volver a sus andadas…
…Pero Gretel de estúpida no tenía nada, sabía que eso no pasaría, que jamás lo superaría. Aunque muchos hombres por su cama pasarían, ninguno igualaría lo que Hansel le hacía sentir cuando en sus brazos la había sostenido.
Y sin mirar a la bruja su decisión tomó. Gretel lloró, pero al mismo tiempo sonrió. Quizás era lo mejor, quizás la bruja le estaría haciendo un favor…
Luchy Franco
Código: 1101108231262
Hansel
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Cuando un ciego llora, ¡Dios mío!, tu sabes que lo siente desde el fondo de su alma.
Deep Purple
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Un hombre es ciego de muchas formas; ciego en bondad, en maldad, en esperanza, en entereza.
Un hombre es despistado en muchas formas, por eso suelen dejar siempre un camino de semillas. A veces marcan distintos caminos; algunos del alma, otros del amor, otros de la codicia y la lujuria.
Un hombre es demasiadas cosas envasadas en un mismo producto. Un conjunto de imperfecciones que buscan llegar a lo perfecto.
Hansel siempre se había considerado de esa forma, un conjunto de fallas que frente a los ojos de otra persona era totalmente genial. Se enorgullecía de eso, de su engaño ingenuo. No lo hacía apropósito, ni mucho menos, él simplemente mostraba lo que quería cuando le convenía y ella, cayendo en la red, veía lo que le mostraban sin revisar en el pasado.
Diariamente, él solía recordar como su vida había cambiado de rumbo al conocerla a ella y se había adentrado al bosque oscuro sin sus semillas. Se había arriesgado a perderse, a caer en la puerta equivocada y jamás poder hallar lo que tanto deseaba. Pero las cosas, para su suerte, habían salido bien y no se había perdido.
Un hombre puede ser demasiado inseguro en su camino, solo sí se le da motivos para ello. Hansel no los tenía, para nada. Como vulgarmente se diría, él había tenido la vida fácil, no había excusas para que sintiera miedo al arriesgarse a lo desconocido.
Así lo hizo, Hansel encontró a Gretel en ese bosque sin salida. Por un tiempo, todo fue genial. Empezaron como fieles amigos y terminaron como amantes en la cama. Tenían su ritmo, su camino, su tiempo. Eran tal para cual, almas gemelas, medias naranjas...
Pero no iba a funcionar mucho más y ella se dio cuenta de eso mucho antes que Hansel. Él se volvió un hombre ciego cuando estaba a su lado, un hombre que podía caminar por la cuerda floja con los ojos cerrados siempre y cuando ella caminará a su lado. Pero las cosas no debían funcionar de esa forma, las relaciones debían ser de a dos y no de una sola persona.
Una mañana él sólo se dio cuenta que había sido un error salir de casa sin semillas; para ese momento, ya era demasiado tarde. Estaba perdido, desamparado en un bosque desierto y muerto. Los cantos de los pájaros se convirtieron en llamados de los cuervos y los altos árboles en madera vieja.
Hansel la esperó mucho tiempo, lloró su partida y deseo que regresará. La necesitaba, sin ella no era nada. Pero no sabía como buscarla, no tenía una guía que marcará su camino.
Un hombre ciego y llorando, es una historia triste. Hansel se pasaba los días tirando en el suelo, llorando y borracho. Nadie lo ayudaba, nadie lo encontraba. El bosque pronto se convirtió en un laberinto sin salida, y sí se tomaba la dirección equivocada no se llegaría a nada bueno.
El mundo había perdido su color y su pasión, Hansel estaba ciego y ya no era de amor. El dolor le quitaba los sentidos, la decepción su fuerza y el abandono el alma. Para él, el final había llegado demasiado rápido ¿Debía rendirse? No, por supuesto que no.
Ciego, con el corazón en una mano y las semillas en el otro, Hansel corrió y la busco por todos lados. Grito su nombre y lo lloró, incluso siendo ateo le pidió a Dios un deseo; pero nada sucedió.
Desde lejos las semillas habían sido comidas por los cuervos; pero eso no importaba desde que él era ciego y no podía verlas. Quizás lo había hecho por costumbre o, quizás, para que ella lo encontrará a él. Y cuanto más esperó, a su destino final llego.
Una casa de colores en medio de un bosque muerto no podía ser una buena señal, Hansel al no distinguir los colores no lo supo. Entró y pidió socorro por su vida, pidió que se la devolvieran en cuanto se pudiera.
Pero las brujas siempre fueron como en los cuentos: celosas, malvadas y vengadoras. Una mujer despreciable, sin un apise de corazón, era quien habitaba esa mansión.
Tarde fue cuando comprendió que en vano había esperado junto a la puerta, que muy tonto había sido al creer que lo habían abandonado en la cama... Muy tarde, demasiado, fue cuando comprendió que jamás lo habían querido dejar, sino que la habían obligado plantarlo.
Un hombre ciego, sobre todas las cosas es ingenuo, es bueno y bondadoso, pero quizás en exceso.
Un hombre como Hansel, siempre es sincero y muestra sus sentimientos. Un hombre así no comprende como los demás no compartan esas cualidades.
Un hombre ciego y enamorado, es un hombre que lo pierde todo sin notarlo.
Luchy Franco.
Código: 1012218109467