jueves, 13 de octubre de 2011

Andrés y el amor

Meditando sobre lo que una persona a sus 19 años debe hacer cuando decide pasar un día encerrada en la casa, varias ideas llegaron a su mente.

La principal, y hasta se podría decir la más patética, pasar el día en la cama, comiendo todo lo que en una semana no probo. A una persona que le preocupa tanto su peso, la perspectiva se ve fatal.

A eso sumarle que pasará el día acostada en la cama, con la computadora y la televisión al mismo tiempo.

Pero todo eso que a simple vista parecía ser un gran día, de descanso y relax, se convirtió en un día de total depresión. Con la lluvia de fondo, la ansiedad de que debería llegarle la regla y la maldita obsesión de extrañar a una persona a la cual no ve desde hace de menos de veinticuatro horas.

El ser cambiante de ánimos se le daba muy bien, y la depresión solía ser su favorita. Podía pasar horas llorando al recordar buenos y malos momentos junto a él, horas imaginando formas de verlo en aquel día pero que a su vez no se animaba a ofrecerle o siquiera hacer ella por si misma.

Y la situación permaneció triste. No lo vio, lloro por él y en su cama se quedo...

... sumándole la histeria de que Andrés aún no llegaba y el pensar en la dieta que debería hacer al otro día.