viernes, 29 de mayo de 2009

El Hombre del Piano Rojo


Esta es una historia que sucedió un sábado, de que no importa que mes, no quiero entrar en muchos detalles.

Llegue por equivocación, una noche, a aquel café. Y entre toda la multitud, el humo y sudor, solo una cosa capto mi curiosidad. Al final del bar, en la parte más oscura de este se hallaba un viejo piano rojo y frente a él un hombre perdedor que tocaba cada nota con un desgarro de dolor. Su triste canción trasmitía derrota y dolor.

Camine con mi vista fija en él. Hay una mesa vacía a su lado. Él levanta la vista cada tanto a fijarse si alguien se sentó en ella, y al no haber nadie, desilusionado, vuelve a su canción. No estoy segura de lo que hice, pero sin pensarlo dos veces me senté en aquella mesa donde me sentía invitada por su mirada.

Gire la silla para tener una mejor vista, pero el ruido ocasionado al moverla hizo que el hombre dejará de tocar. Se quedo estático en su lugar, y con detenimiento fue volteando la cara. Miro mi sitio con concentración, buscando algo. Le sonreí y lo salude con la mano, pero no me contesto. Siguió buscando. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no me miraba, por qué no me respondía a mi saludo?

Su rostro se veía tan esperanzado en busca de esa persona, y de repente su rostro se crispo con decepción, dejando a un lado a la fe y volviendo a poner sus dedos en las gastadas y sucias teclas del piano. Se abrazo, sin fuerzas, a su tabla de madera laqueada que usaba para huir.

Obvie la escena pasada y me dispuse a oír y dejarme sentir cada lastimera tecla que sonaba.

Al final de cada canción, trataba de relajar sus emociones. Tomaba el vaso de whisky que tenía al lado, pero nunca se lo llevaba a la boca. Sus manos temblaban al agarrarlo y parte de aquel fuerte líquido caía sobre el piano. Desesperado por la torpeza, encendía un cigarro pero no lo fumaba. No. Lo tomaba entre sus dedos y veía como se descomponía. Lo sacudía un par de veces para que la ceniza que sobraba cayera sobre el cenicero. El mesero pasaba antes de comenzará a tocar nuevamente, se llevaba el baso vacío con el y al rato regresaba con una nueva recarga.

Entonces la escena se repetía. El hombre tocaba una canción desgarradora, acababa. Tomaba su vaso, el líquido se esparcía por el piano. Tiraba de sus cabellos, con ganas de llorar pero no lo hacía. Encendía un cigarro, lo veía descomponerse como si estuviese observando como de esa misma forma se descomponía su alma. El cigarro terminaba de consumirse y volvía a tocar una nueva melodía melancólica.

El hombre miraba cada tanto a mi mesa, pero miraba a mí alrededor y no a mi persona. Seguía buscando a alguien – o algo – pero no lo encontraba. A veces su vista se fijaba en mí, pero no podía decir con exactitud que parte de mi cuerpo estaba viendo, ya que parecía que estaba en otro mundo.

De repente tiro el banquillo hacía atrás y se puso de pie. Dio un paso en dirección a la mesa en la que me encontraba, pero rápidamente se detuvo. Se quedo estático en su sitio, como una estatua. Mire alrededor, nadie le prestaba atención, todos seguían en sus propios mundos ahogando sus menas en el alcohol y el sexo.

Me di cuenta que no iba a acercarse más, por lo que fui yo quien lo hizo. Me puse de pie, pero no pude dar ni un solo paso. Como si de una descarga eléctrica se tratase, el hombre salto en su lugar y rápidamente volvió a sentarse en su lugar frente a su piano rojo.

Su música mágicamente logra hacerme sentir bien. Camino con pasos lentos hasta colocarme detrás de él. Puedo sentir como se tensa su cuerpo y como las teclas responden a su cambio de estado.

Por primera vez me percato que detrás del piano rojo hay un espejo en la pared. Levanto la vista porque me da curiosidad saber como quedamos nosotros dos juntos, pero no lo veo. Más bien no me veo. Retrocedo un paso asustada, ¿Por qué no estoy en el espejo? ¿Es un holograma o estoy totalmente loca?

El hombre del piano rojo se concentra en tocar solo dos notas y suelta un suspiro. Masculla algo ente dientes, pero no le presto atención.

Mi vista inevitablemente vuelve al espejo, veo a todos los comensales, los camareros llevando bebidas de un lado a otro, las mujeres vendiendo su cuerpo a los hombres desesperados. El hombre del piano, la silla y la mesa donde me encontraba anteriormente, y luego nada. Simplemente mi reflejo no aparece.

Una persona se esta acercando a mi, oigo sus pasos. Me pongo frente a ella y la enfrento. La mujer tirando de un hombre, pasan sobre mí sin verme y yo no siento nada. ¿Qué es lo que esta pasándome? ¿Estoy soñando?

Y de repente dejo de pensar en mí. De reojo veo un reflejo singular en el espejo que llama mi atención. Doy media vuelto y me encuentro con la historia del hombre del piano rojo.

Esta más joven en el espejo, y sigue sentado en el piano rojo, pero este se ve en mejor estado. Su niñez se hace presente en la melodía que esta componiendo.

El hombre parece sentir mi curiosidad, y como si supiera que estoy detrás de él, levanta la vista en el mismo punto en la que la mía esta fija. La imagen en ese momento cambia. El hombre se convierte en un naufrago perdido entre borrachos con babas que constantemente le recuerdan quien fue y lo que es. Lo que veo y él ve, es el retrato del presente, su vida.

Y entonces nuevamente, con el cambio de la música, la historia cambia volviendo al pasado. El hombre agacha la mirada y se refugia en su instrumento gastado. Instantáneamente, mi mente se ve controlada por los recuerdos.

El era un joven maestro de piano, atado a una mujer. No había cadenas forjadas, sólo un hilo de cocer. No estaban atados a la fuerza, sino por propia voluntad. La mujer pasa a ser un punto importante en la historia, ya que no es una vulgar mujer como las que hay en este momento detrás de mí en el café. No. Esta mujer es de suma importancia, esta mujer es la que inspira al artista, esta mujer era la que se ataba cada vez más cerca del hombre del piano rojo. Podía sentir y envidiar cada sentimiento que provenía de ella. Era un sentimiento calido, hermoso, feliz… un sentimiento que era bien recibido y correspondido.

Pero la escena cambia, y ya nada es lo mismo. El hilo empieza a gastarse, y a la mujer raíces crecen de sus pies aforrándose como puede al piano de su amado. Eso no es suficiente, no si sus alas de ángel tiran de ella para llevársela. La mujer no se da por vencida, y lucha contra la fuerza. Se mete en una jaula, pero no es suficiente. El hombre se encuentra desesperado, no sabe que hacer para retenerla a su lado.

La mujer con la misma desesperación, procede a cortarse las alas. El corte fue profundo, pero no mortal. No, no. Y aún así sabe que no esta a salvo. Sabe que pronto se irá. La vida se le iba.

El hombre corre por el mundo en busca de una solución. El piano rojo sigue presente en la escena, la mujer se agarra de el. Ella sabe que ese piano es el alma de su amante.

El hombre sigue corriendo, no encuentra solución. Después de varias vueltas al mundo, infructuosas, decide volver a su piano y ángel.

Pero cuando llega no se encuentra con nada más que el piano rojo. Todo esta destruido, sólo quedan ruinas. Esta la jaula donde su amada se encontraba, hecha trizas. Hay plumas, de las alas que se corto, por todo el salón. Las raíces siguen aferradas al suelo, pero ya no hay fortaleza que las mantenga con vida. El piano rojo se desgastado, quizás por la batalla que tuvo que pelear sólo mientras su dueño buscaba ayuda.

El hombre destrozado huye con el piano…

…y luego el reflejo vuelve a ser el de la realidad.

Miro al hombre que acabo de tocar. Se gira en el banquillo y por primera vez me mira a los ojos.

Su rostro esta demacrado, derrocha agonía por el lugar. Siento compasión por el hombre. Él a cambio me regala una triste sonrisa.

“Nunca te cansas de ver esta historia” parece que se dirige a mí, pero no comprendo el sentido de sus palabras. “Te espero mañana a la hora de siempre”

Antes de que pudiese voltearse nuevamente al piano, me veo en sus ojos. Veo por primera vez mi figura, mis facciones, mi rostro. Dejo de respirar, y me doy cuenta de que no necesitaba hacerlo, que sin aire puedo estar fenomenal.

Era yo la mujer del pasado del hombre. Mis ojos se abren al caer en la realidad, y una lágrima de un líquido rojo con olor a ácido sale de mi ojo izquierdo.

El hombre ya me dio la espalda y volvió a tocar.

“Te amo” eso oigo gracias al micrófono que tiene el hombre frente a él. No lo soporta más, y deja de tocar. Golpea con furia al piano rojo que se encongue con él, y lo vi llorar.

Después de eso, nuevamente las alas me llevan. Lucho contra la fuerza, pero pierdo la batalla. Aún me queda la guerra.

Y de esa forma dejo atrás el bar, los borrachos, el humo y al hombre del piano rojo.

Luchy Franco

2 comentarios:

Carla dijo...

No se que decir ,me he quedado corta ante auquella histria que no alcandsa con la palabra hermosa,bella ,magnifica ni ningun otra.
Me a hecho sentir triste por quel pobre hombre del piano rojo, pude imaginarme la esena del bar y el hombre al fondo tocando melodias tristes de dolor ,iamgine como la muchaha se rompia la alas tratando de permanecer junto a el ,y por ultimo como se reflejaba su rostro en los ojos del pianista..

FUERTE ,,MUY MUY ROMANTICA,HERMOSA,TRISTEZA Y MAS TRISTEZA.

No sabes aquello que me hiso sentir al lerla.
Suena raroo , pero nunca habia leido una historia asi ,hermosa y tiste a la ves ,me ha dejado sin palabras y encantada !

Tienes gran habilidad .

te sigo !

besos gelidos!

Luchy Franco dijo...

Muchas gracias por tu comentario, sin duda me halaga.

gracias por leer :)

hasta el crepúsculo...