jueves, 18 de noviembre de 2010

Princesas


No puedes dejar de comer, lo sabes muy bien. Nunca fuiste muy buena en controlarte, en tener fuerza de voluntad, en seguir una dieta, en dejar de comer. Y ahora eso no va a cambiar, pero puedes buscar una forma para mejorar tu situación.

No te gusta hacer gimnasia, lo tuyo es estar en la cama. La vida fácil, comida a tu alcance, control de la televisión en la mano y laptop en tus piernas. Nada de esfuerzo, nada de estrés. Pero todo eso trae complicaciones y lo más triste es que las notas. No eres ciega y peso que tu cuerpo almacena te preocupa.

Intentas contrólate con la comida, pero es más fuerte que tu y no puedes dejarla. Quizás no consumas drogas, pero comer para ti es una adicción. Fumas, siempre lo has hecho, pero ahora pones más esmero en ello para poder adelgazar.

Nada, sigues estando gorda. Sales a bailar y ya no te miran, intentas recuperar a hombres que alguna vez detrás de ti estuvieron, pero ahora ya no te quieren ver. Sabes porque sucede todo aquello, ellos quieren destruirte. Lo aceptas porque tampoco te gusta lo que ves en ti.

Entonces tras una canción, la idea llega a tu mente. Recuerdas como odiabas cuando tus amigas te contaban lo que hacían, de paso sea dicho también que conoces de izquierda a derecha las consecuencias; pero estas desesperada y caes en ello.

Quizás ahora comas, no tanto como antes y te controlas. Tienes planes para el futuro, quieres bajar veinte kilos y poder ser una princesa, quieres hacerlo lo antes posible. Te encierras en el baño después de cada comida, intentas controlar lo que comes, las calorías aunque una que otra vez caes en la tentación. No te preocupa mucho darte unos gustitos, pues sabes que después con pasar un tiempo encerrada en el baño con la ducha encendida y la música en alto, todas esas grasas se desecharan.

Pero no has terminado. Amigas como Ana y Mía nunca te faltaron, buscas en ellas ayudas. Con el tiempo quieres seguir una dieta estricta, de poca comida y casi nada de calorías. Te dan secretos para que no sientas hambre seguido y controles la ansiedad. Te apegas a ellas, aunque no notas que hagan mucho efecto en ti. Y después, llega a tus oídos lo que tantos esperabas: complementos. ¡Oh, sí! Con una sola píldora por día, poca comida y corridas al baño pronto serías una princesa. Pero es simple soñarlo nada más, porque no sabes donde conseguir las pastillas.

Te enfureces con tus amigas, sabes que ellas las consumen pero no quieren que tu caigas en lo mismo. Las llamas egoístas e hipocritas, pero no recuerdas que tu también fuiste de esa forma cuando las cuidabas. No te importa, solo quieres cumplir tu meta.

No consigues las pastillas, pero te propones a hacerlo. No haces gimnasia, pero te propones a hacerlo. Comes menos, pero te propones dejar de hacerlo. Fumas más, te propones fumar el doble. Te propones muchas cosas, pero la realidad es una. Por ahora solo te arrodillas frente al inodoro y lo sacas todo, gimnasia poca y nada.

No sabes lo triste que te ves ante los demás, cayendo tan bajo cuando todos antes te tenían en un pedestal. ¿Pero qué te importa? Sí lo único que quieres es que te coronen como una princesa y no como un bufón.

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