domingo, 25 de julio de 2010

Tormentas Eléctricas

Una mujer puede darlo todo con una sonrisa y recuperarlo después con una lágrima.

Gota. Gota. Trueno. Rayo. Gota. Gota.

Domingo. Lunes. Martes. La semana continua.

Francia. Argentina. Suiza. Cananda. Irak.

Tres de la mañana. Cinco de la tarde. Medianoche. Mediodía.

Cama. Hotel. Casa. Restaurant. Trabajo.

Computadora. Libro. Cuaderno. TV. Diario. Revista.

Compras. Impuestos. Comida. Familia. Problemas...

... Problemas.

No importa donde, ni como, los problemas acarrean la vida. Comienzan con una gota, pequeña y sin importancia. La miras, la quitas, y continuas caminando; al fin y al cabo es solo una gota.

Un lágrima. Sucede lo mismo, es una pequeña demostración de lo sensible que esta el corazón.

Lo entiendes, sabes que estas en medio de una batalla que define a la guerra. No te importa, crees que eres inmortal, adolescente. ¡Pero ya no lo eres! Hace años que dejaste de serlo, y aún así no haz comprendido nada de la vida. Piensas saberlo todo, pero no es así.

Dos gotas más. Dos lágrimas más. No le das importancia, como es costumbre en tí. Es solo un pago por tantas cosas, quieres ser ciega por cuenta propia.

Le temes a las tormentas, no te gusta el agua y, mucho menos, la salada. No quieres mirar el cielo, ni la calla por la que caminas, la ropa y lo que llevas en la mano. No quieres ver nada, absolutamente nada.

No sabes que sientes, no quieres saberlo. Nunca lo había experimentado, al menos no con tanta intensidad. Es como esas tormentas que lo destruyen todo, esas a las que tanto le temes.

No importa el lugar, el día o la hora. No importa la comida, el dinero, la ropa o las personas. No importa el trabajo, la casa, el auto o los objetos materiales. Nada. No te importa nada. Estas es un estado de depresión que no quieres sentir, que no estas preparada para sentirlo.

Más gotas, más lágrimas. Un chaparrón, ya no es una simple llovizna.

Tiemblas, nadie parece reparar en tí por la calle. Te esfuerzas por no gritarle a un extraño tus problemas, pero lo necesitas. Oh, sí, necesitas quitarte toda la presión de tus hombros, pasar tus problemas a manos ajenas. ¡No importa a quién! Sólo quieres que no estén sobre ti.

Habías pensado en permanecer el resto de tu vida recostada en una cama, durmiendo día y noche, hora tras hora. Incluso habías pensado en no comer y no contestar las llamadas. Pero no pudiste, no podías permaneces quieta, no podías sufrir sola, no podías controlar tu ansiedad.

Comida. Cigarrillo. Comida. Cigarrillo. Alcohol. Cigarrillo.

No te reconoces a ti misma, no entiendes como haz podido caer tan bajo. Crees ser inocente de tantos pecados, pero no es verdad. Al menos, ya no. Eres culpable de cada sentencia que te han dado. Los problemas los causaste por tus medios, sin ayuda, sin pensar en las consecuencias. Pensabas ser una adolescente, donde controlas el mundo con tus manos. ¡Noticias, ya no lo eres!

La lluvia es más fuerte. Las lágrimas aumentan.

Te cuesta respirar, estornudas más seguido y tu ropa esta mojada. No llevas paraguas. ¿Cómo ibas a pensar que llovería con tanta fuerza en un destino desconocido? Estas asustada, no sólo por los problemas sino por lo que la lluvia significa.

El fin, la derrota.

Te derrumbas, al fina te caes. No hay más armas, ya no hay fuerzas. El piso esta frío, húmedo y mojado como tu cuerpo. La gente pasa por tu lado y no te ayuda, los odias pero no recuerdas que tu eras así.

Trueno. Agua del cielo. Lágrimas sin control.

Ahí te quedarás. Ya no hay amigos a quien acudir, ni familia, ni siquiera un conocido. No hay casa, hotel, pensión o departamento. No hay nada. Lo haz perdido todo.

Rayos. Gotas. Rayos.

Abrazas tu cuerpo y dejas que todo se suelte. Recuerdas todos y cada uno de tus errores, repasas el daño que le hiciste a los demás. El mundo ya no quiere que formes parte de él. No sabes en que país estas, porque nadie te ha aceptado. No sabes la ciudad, ni la calle, ni la hora. No sabes nada. Nadie quiere ayudarte a que encuentres la respuesta.

Tormenta. Rayos. Truenos. Lágrimas, muchas lágrimas.

No sabes que día es, ni cuanto tiempo pasarás en esa posición. La tormenta no se detendrá ahora que ha comenzado... Te aviso que buscarás refugio, con una gota te previno de que lo peor se estaba avecinando. No quisiste hacerle caso, pensaste que era un mal menos y ahora te encuentras en una situación límite. ¡Es tu culpa! Tuya y sólo tuya.

Tormenta Eléctrica.

Oh, sí, ya no puedes salir. Llegaste al limite, te hundiste en un mar sin salida con la marea alta. El fin.

Miras al cielo, le gritas con potencia sin importar que las personas pasen por tu lado. Lo odias, le recriminas por tu dolor, pero él sólo te contesta con un gruñido. Un gruñido que dices tantas cosas... Tantas, pero tantas cosas...

Te derrumbas, creías que ya no había más lágrimas pero te equivocaste otra vez. Y quizás ese es el momento en que empiezas a comprender un poco, a entender como hiciste para perderlo todo.

Cierras los ojos y susurras un simple perdón. La tormenta vuelve a ser lluvia. Abres un ojo, lo suficiente para ver que el agua te esta marcando el camino.


Luchy Franco

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