lunes, 4 de enero de 2010

Broken Dreams


10:00 am.

Señora Elizabeth Peyton.

Me gustaba como sonaba mi nuevo nombre. Ahora era una mujer casada, enamorada y de la alta sociedad. Había pasado tan sólo una semana desde mi casamiento y tres días desde que mi esposo, el militar Gerard Peyton, había partido hacia una isla en el Caribe. Había sido una excusa perfecta para poder escapar de la guerra y pasar nuestra luna de miel.

Me encontraba en el aeropuerto de Florida, ya había despachado todo el equipaje y en mi mano solo llevaba mi bolso de mano. El aeropuerto estaba lleno, todos estaban escapando de la guerra.

Caminé hasta los servicios antes de que llamaran a abordar mi vuelo. Me dirigí sin pensarlo al espejo, y me admiré. Una ancha sonrisa recorría mi rostro al saber que pronto estaría en brazos de mi hombre, en una hermosa isla paradisíaca. Mi casquete gris topo, tapaba parte de mi cabello corto y rizado. Mi traje sastre de pie de pull hacían juego con mis zapatos de tacones altos abotinados.

Saqué un labial rojo de mi bolso de mano, y ante las miradas de las demás mujeres, los retoqué. Sonreí sarcásticamente ¡Cuantas mujeres querrían estar en mi lugar! Entre las que estaban allí, muchas provenientes de familias de gran apellido, gran parte estaba al tanto de mi nueva situación. ¡Sabía que me envidiaban!

Camine con falsa modestia hasta llegar a la sala de espera, bajo la atenta mirada de las demás personas. Moví mi cabello provocativamente, mirando mi figura en el reflejo del vidrio. Lucía maravillosa, en esos momentos más que cuando era saltera. Me sentía perfecta en mi nueva situación, ahora todo era de maravilla.

Me senté en un sofá de primera clase, mientras esperaba por mi llamado. Escrute a todas las personas que pasaban frente de mí. Ahora podía darme el lujo de opinar sobre ellas ya que me encontraba en iguales condiciones.

Mujeres, hombres, niños, familias… Nada se me escapaba de los ojos. Gozaba de aquella sensación de superioridad y no de envidia que, hasta hacía poco tiempo, me sentía obligada a sentir.

-Abordar pasajeros del Vuelo 19, por la plataforma 7 con destino a las islas Bermudas.

Me levante de forma elegante, y sin importarme de los murmullos que se oían cuando caminaba, me acerqué a mi plataforma. En tan sólo unas 4 horas me encontraría en brazos de mi esposo, haciendo el amor en medio de una playa soñada.

Un buen hombre me dejo abordar primero. La azafata reviso mi boleto, y al leer mi nombre, inclino su cabeza y me dirigió a mí lugar. ¡Hasta ella sabía en la poderosa dama en la que me había convertido! ¡Qué rápido se esparcían las noticias en Florida!

Era la primera vez que viajaría en primera clase y, me di cuenta, de que era lo que siempre había merecido.

Un camarero llego a mí y se presento, asegurándome, que estaba disponible para mí para cualquier cosa. Me reí ante su descaro, y a sabiendas de que en otros momentos no lo habría rechazado, lo deje pasar. Me dio una copa de champagne antes de que el avión despegara.

Me sorprendí al notar que sólo había cinco personas más conmigo cuando se cerraron las puertas. Me encantó el saber que era una de las pocas privilegiadas de estar en primera clase.

El ruido de las ruedas sobre el asfalto hicieron explotar mi adrenalina. En pocos minutos el avión se encontraba en el aire. Cerré los ojos, tratando de caer en un profundo sueño, para que las horas se pasaran con rapidez.


14:15 pm.


Desperté por el brusco movimiento que sacudió al avión. Los gritos no se hicieron esperar y las luces se apagaron de repente. Temblé, esto no estaba pasando. Mire con horror a mi alrededor, y pude ver que todos estaban igual de aterrados que yo. Se oían llantos, y escuchaba al capitán hablar por el alta voz, pero no le prestaba atención.

Me aferre a mi asiento y solté unos cuantos sollozos. Nuevamente, como en mis momentos de soltería, me sentía sola e indefensa. Todo volvió a sacudirse.

Abrí la venta y no vi nada. Estábamos en medio de la nada, con el cielo oscuro, y desde lejos algo desconocido se acercaba a nosotros. El avión estaba cada vez más inestable, algo nos estaba jalando hacía el abismo.

Llore con más fuerza, aborrecía la vida. Ahora, que al fin había alcanzado mis sueños, todo se venía abajo por un maldito vuelto.

Una explosión termino con mi control, chille acorde con los demás pasajeros. Sabía que ya no escaparía de esto, que mis deseos de encontrarme con mi esposo se derrumbarían.

Otra explosión.

El avión no lo soporto más, no tenía fuerzas. Este era tirado por aquella fuerza desconocida de la naturaleza. El humo, del incendió de la parte trasera, empezó a ahogarme.

Los sollozos no me estaban ayudando a respirar, y con rapidez mis sentidos se empezaron a bloquear.

Desde lejos oía el pánico y las explosiones. Sentía que mi cuerpo se movía de un lado a otro por el balanceo de la nave.

Después de ver pasar mi vida frente a mis ojos, como una película en blanco y negro, deje que la inconciencia me hiciera prisionera.

No quería saber que pasaba, no quería sentir dolor y lo más importante no quería pensar en lo que habría pasado si este accidente no se hubiese llevado a cabo.

5…4…3…Explosión…2…1

Mi mundo se volvió negro. El avión se desvaneció en la nada. Morimos sin causa aparente, a tan sólo unos minutos de llegar a destino. Nuestros sueños ahogados en un mar de lágrimas. El cielo llovía nuestras penas, y con ellas nos despedíamos de la vida.



5 de diciembre de 1945 – Desaparición de cinco aviones en el triangulo de las Bermudas, de los cuales dos eran privados.


Fin.

Luchy Franco.

Relato para el Concurso Literario de Septiembre, de Paradise Of Dreams.

1 comentario:

Paula♥ dijo...

¡Me ha encantado! Aunque es un poco macabro, pero está genial. No sé como lo haces pero cada uno de tus relatos e historia es increíble :)