lunes, 27 de diciembre de 2010

Un ángel llora


II- Espejismos

Nate había pasado por demasiadas cosas en poco tiempo. Ahora, que al fin era libre de volver a su hogar y tratar de rehacer su vida, no estaba seguro de cómo hacerlo. Algo le decía que las cosas no iban bien; y aunque Nate había salido ileso de la guerra, eso no significaba que otras cosas no hubieran salido heridas.

Cuando bajo del micro militar con su bolsa frente a la casa de sus padres, Nate ni siquiera se detuvo a pensar en que hacer, simplemente giro sobre sus talones y paró al primer taxi que se le cruzo. Fue un viaje incomodo, donde Nate no podía evitar estar ansioso por recibir en sus brazos el pequeño cuerpo de Behati. ¿Lo recibiría con los brazos abiertos? ¿Lo había esperado como había prometido? ¿Se habría arrepentido? Habían pasado mucho tiempo sin hablar, pero él no la había olvidado y esperaba que ella tampoco a él.

Al bajar del taxi su mirada se dirigió a la ventana del quinto piso, pero su corazón se oprimió al ver que no había nadie mirando por allí, y de hecho, todo se veía oscuro. Pero esa sensación no fue nada comparada con la que sintió al ver que la ambulancia se detenía en su edificio y que los médicos actuaban con rapidez subiendo las escaleras.

Nate entró en marcha, pasó a todos los médicos que se le podían cruzar en el camino, y cuando llego al quinto piso, deseo no haberlo hecho. La puerta del departamento estaba abierta y una mujer gritaba desde adentro, pero no era Behati él reconocería su voz en cualquier momento. Dejo caer su bolsa militar y entro en el departamento. Evito los recuerdos con sacrificio y se detuvo en seco cuando observo la escena que se presentaba ante sus ojos.

Ya nada volvería a hacer lo mismo. La mujer que gritaba era su vecina, que lloraba desconsolada junto a la cama. La cama. Nate no creía lo que había sobre la cama. Por unos minutos, los médicos no supieron a quien debían de atender: sí a Behati o a Nate que parecía haber dejado de respirar. Pero cuando reaccionó fue imposible hacerlo parar. Estaba totalmente descontrolado.

Nate tomó el cuerpo de Behati como sí ella aún estuviera con él. Le grito, la sacudió, la acarició, le lloró, le habló y estuvo a punto de golpearla para que despertará. Pero nada sucedió. Nate no hacía caso a lo que sus manos le decían, estaba fría y demasiado delgada; no sentía el pulso en la muñeca de ella. No sentía nada.

Contra la voluntad de Nate, los médicos logran quitársela de los brazos y con un cálido pésame, la colocan en una camilla y la cubren con una sabana blanca mientras la sacan del edificio. Nate no reacciona, otra vez. No sabe si correr tras ellos y hacerles ver que ella no podía morir, o simplemente dejarse vencer y sufrir en ese departamento del quinto piso.

No tubo que decidir, su vecina lo empujo, prácticamente, para que fuera tras la ambulancia. Nate no era consiente de sus movimientos, y cuando quiso darse cuenta estaba sentado en la parte trasera de la ambulancia viendo como los médicos intentaba encontrar un rastro de vida en el cuerpo de Behati.

En el hospital fue recibido por sus suegros, pero al parecer ellos no estaban tan sorprendidos por la muerte de su hija. Nate no soporto las charlas insulsas, los pésames sin sentimiento, las malas noticias, ni las palabras de consuelo que los médicos intentaban darle. Sólo pidió una cosa antes de irse del hospital:

“Del funeral de Behati me encargo yo. Nadie más, os llamaré cuando este listo”

No dio a tiempo a replicas por parte de sus suegros, no esperó una aceptación o negociación; simplemente dejó sus datos en el hospital, firmo el papeleo de la autopsia y se marcho.

El departamento del quinto piso no era lo mismo sin Behati, y Nate no podía acostumbrarse a esa realidad. Había soñado días enteros con este momento, con volver a estar mirando a la calle desde la ventana. Pero en todos los escenarios ninguno se asemejaba al de la realidad. En sus sueños Behati siempre estaba con vida, quizás en algunos no estaba a su lado, pero jamás muerta.

Nate no comprendía como después de todo lo que había pasado, después de sobrevivir a la guerra, de luchar contra su voluntad, de no comer y dormir durante días; aún tenía que pagar las cuentas. No le entraba en la cabeza que Behati ya no estuviera, miraba por la ventana esperando verla llegar del supermercado cargada de bolsas o entrando al departamento después de un cansador día de trabajo. La seguía esperando, no podía no hacerlo.

Pero Behati no regresaba, y Nate empezaba a enfurecerse. Gritó como loco por el departamento, la culpó a ella de no haber cumplido con su promesa de esperarlo, culpó a la muerte de habérsela quitado de una forma tan cruel, culpó al tiempo por no acompañarlo con su dolor. Destruyó fotografías, tazas, lanzó la ropa por todo el piso, estrello sillas contra la pared. En pocas palabras, Nate hizo que el departamento fuera una cueva de cavernícolas. Pero cuando todo eso no lo ayudo, finalmente cayó de rodillas y lloró. No suplico, no culpó, no hizo nada más que llorar la perdida.

Los días parecían no llegar, dormía en el piso, no era capaz de levantarse. Oía a lo lejos como llamaban a la puerta o su teléfono sonar, pero no quería escuchar, sólo quería que Behati regresara.

Nate siempre había sido un hombre de palabra, justo y honrado, y pensó en cosas que no formaban parte de su integridad, pero que podían hacer que su promesa se cumpliera. Unirse a ella sería lo más adecuado, había pensado. Pero a pesar de que Nate tenía mucho valor, no quería terminar como Romeo yaciendo inerte junto a su amante. Nate era mucho más hombre que eso; aún así la idea de morirse pasó más veces de las que debería.

Mientras pensaba en qué iba a hacer con su vida, se dedicó a preparar el funeral de Behati. Buscó el mejor cementerio privado, la mejor casa fúnebre, el mejor embalsamador, las mejores flores. Todo, todo lo mejor; y aún así, no se sentía bien. No le tomó tanto tiempo prepararlo como le habría justado, y cuando se dio cuenta ya estaba fijando una fecha para que la ceremonia se llevará a cabo.

Antes de arreglar todo, antes de que todos fueran a ver aquel cuerpo que alguna vez le perteneció a él y al alma de Behati, Nate decidió verlo. Las sensaciones fueron indescriptibles para él al ver el cuerpo. Parecía que realmente Behati seguía allí, dormida, pero él sabía que no era así; que solo era un cascarón que ya no tenía ningún rastro de lo que Behati alguna vez había sido.

El primer día de primavera, el funeral se llevo a cabo. Nate no asistió, no pudo, no quiso aún decir adiós. Y pasaron los meses, y las flores cambiaban sobre la tumbo de Behati, pero ninguna había sido puesta por él.

Nate renunció a la vida, no se mato ni murió, pero tampoco vivió. De día trabajaba y de noche la recordaba. Eran noches largas, casi eternas, donde lloraba porque notaba su falta. Aún así ella siempre presente estaba, Nate no podía olvidarla. En el trabajo todos conocían la historia, él se había encargado de contársela a todo el mundo que pasará. La gente sentía pena por él al escucharlo, y Nate lo sabia, pero no le importaba mientras todos conocieran lo que él realmente estaba pasando. No quería que entendieran el dolor, sino que sintieran el amor que él aún le profanaba a Behati.

Una mañana lejana, donde Nate por fin encontró un pequeño rayo de luz filtrarse en el departamento del quinto piso, fue cuando por fin lo comprendió. No podía vivir así toda la vida, tenía que seguir. Por ella, por él, por lo que alguna vez habían tenido. Behati siempre le había dicho que quería que su historia de amor quedara en la historia y para eso él tenía la tarea de mantener vivos esos sentimientos.

Desde esa mañana, desde ese primero de septiembre, Nate frecuenta el cementerio, todos los días antes de ir a trabajar. Se sienta frente a la tumba y le lee unas palabras, le deja una flor y se va a comenzar su día con una sonrisa.

Quizás jamás la olvidé, quizás jamás encuentre a una persona que lo acompañe en la vida, pero los recuerdos de la historia le son más que suficientes para poder seguir adelante. Los recuerdos de Behati son los que hacen que Nate se sienta feliz de aún seguir sintiendo en el aire que su relación no ha muerto. Nate encontró la manera de seguir adelante, aunque lo haya hecho sobreviviendo por los espejismos del pasado.


Luchy Franco

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un ángel llora


I- Lágrima Congelada.
. .
Behati se sentaba todos los días en la ventana de su departamento en el quinto piso. Al principio lo hacía para esperar, pero con el tiempo se convirtió en una costumbre. Pasaba horas, días, primaveras, hasta años allí. Behati se sentaba a mirar a la gente pasar esperando a que alguien especial llegará. Pero eso no pasaba.

Behati había sido muchas cosas, una joven hermosa, bondadosa y; que como cualquier niña a su edad, había tenido sueños. No habían estado lejos de cumplirse, claro que no. Había tenido una adolescencia genial, y dos años universitarios muy buenos. Había vivido de fiesta, buenas clasificaciones y había encontrado a su novio ideal. Pero la vida se lo había servido todo en bandeja de plata, y Behati no estaba preparada para una vuelta de tuerca.

Encontrar a su otra mitad le había costado más que nada; peleas, gente que quería separarlos, celos, problemas financieros. Y justo cuando todo iba bien, llego la guerra. Ninguno de los dos había contado con ese daño colateral; desde entonces Behati ya no era la misma.

Jamás olvidará aquel día, esa mañana de primavera donde hacía más frío que en invierno. Behati se había cubierto el cuerpo con la vieja chaqueta del colegio de Nathaniel mientras él le preparaba el desayuno. No olvidará ningún detalle por el resto de su vida. Eran las diez de la mañana y se estaban riendo por un chiste infantil cuando se oyó un golpe en la puerta de entrada. Las sonrisas habían desaparecido, y Nate detuvo a Behati para ir él a abrir la puerta y saber quien era. Ella no lo resistió desde atrás de él observo todo con atención. Aunque Nate se había asegurado de que la charla se mantuviera en un tono silencioso, Behati pudo descifrar entre líneas; allí, ni más ni menos, se encontraba un hombre de al menos unos treinta años uniformado que le estaba tendiendo un sobre a su novio.

Ese día se la paso llorando sobre el pecho de Nate; una semana después ella se encontraba en la ventana del living de su departamento en el quinto piso, saludándolo mientras él abordaba en el micro militar.

Él le había prometido que volvería a su lado, ella le había jurado que lo esperaría todos los días. Aún así, Behati no era tonta y escuchaba las noticias; la guerra estaba ocasionando destrozos y ella no recibía noticias directas que le confirmarán que él estaba bien. No perdió todas las esperanzas, y siguió mirando por la ventana para ver cuando llegaba.

Y los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, los meses en estaciones y las estaciones en años. Behati había cambiado, ya no era la misma joven alegre que todos había conocido en el bachillerato. Ella ya no encontraba nada bueno en el mundo, no flores, no sol, no ríos, no vida. Todo se había congelado a su alrededor, y con el tiempo se fue enfermando por el dolor. Pasaba los días encerrada en ese departamento, que con el tiempo perdió su encanto y parecía una cueva fúnebre.

Pasaba el tiempo con un cuaderno en la mano, nadie sabía lo que escribí en él, pero Behati no separaba la lapicera de las hojas.

Sus padres no sabían que hacer, sus amigos habían perdido las esperanzas. Behati solo lloraba, quería volver el tiempo atrás y detener la guerra. Quería, más bien le exigía al mundo, que Nate volviera a su lado y que nada los hubiese separado. Tenía el corazón destrozado, no creía que Nate cumpliera su promesa.

No fue decisión suya, no fue de nadie. Pero un día ya no pude levantarse de la cama, no pudo acercarse a la venta y esperarlo como había jurado. Behati estaba destrozada, a vista de todos era un ángel llorando, muriendo de apoco, consumido por el dolor.

Behati, había sido muchas cosas. Cosas buenas, más que malas. Behati había amado a Nate como nadie lo había hecho en la vida, pero el precio por ello era caro y cuando menos se lo esperaba, sus ojos finalmente se cerraron.


Código: 1012037989899
Luchy Franco