sábado, 27 de junio de 2009

Life Will Go On


Consejo: Leer este relato con la canción 'Life Will Go On' de Chris Isaac. Le juro que es hermosa y vale la pena oírla.

Decir adiós sabiendo que este es el fin es algo duro. El saber que los sueños cariñosos y los recuerdos de esos amores demasiado dulces no volverán.

Seca las lágrimas de tus ojos, princesa. Este no es el fin de todo, sólo de este amor marchito. Te juro, cariño, que la vida seguirá. Porque aunque no nos agrade el tiempo no se detiene, pero a veces parece hacerlo.

A veces se piensa que habrá otra oportunidad para salvar este amor, pero es una tarea inalcanzable, es imposible. Nuestro amor ya se ha enterrado, este es el fin del romance.

Los corazones se han quebrado, pero son fuertes y continúan con su camino, jamás detienen su andar.

Llego la hora de enfrentar al mundo por sí mismo.

No puedo mentirte, habrá veces que los cielos parecerán oscuros, pero siempre es azul. A pesar de que muchas veces no lo creemos. Siempre pienso en él y recuerdo como estabas en mis brazos, anhelo esa sensación de satisfacción.

Prometo que caminaré cerca de ti para no perderte, pero al mismo tiempo tengo que pensar que la vida continua, y que mi corazón necesita pronto un remedio para sanar este dolor.

Sé que el tuyo se encuentra en este mismo estado, que quizás tardes más en recuperarte. Pero debemos entender que aunque nos amemos con intensidad sabemos que no podemos estar juntos, porque la traición no es algo que podamos perdonar fácilmente ni borrar.

Ahora sí, lo único que puedo asegurarte es que la vida sigue y nosotros nos movemos con ella, siguiendo su mandato.

La vida continuara, siempre...

Luchy Franco

domingo, 7 de junio de 2009

Demencia




Estaba escondido entre todos los equipajes del último vagón de un viejo ferrocarril. No era novedad el que me infiltrara en un tren para poder viajar sin necesidad de tener dinero.

Sé que muchos pensarán que esto es absurdo, es decir, un billete de tren no cuesta más que cuatro monedas no importa el destino. Pero no tengo esas cuatro monedas, no poseo entre mis pertenencias ese material al que se lo denomina dinero.

Si se lo piensa con atención, es el objeto más valioso del mundo y el que más problemas trae consigo. No cuesta nada fabricar una moneda, pero cuesta conseguirla.

Yo soy víctima de este poder que maneja al mundo. Soy un ser que vive de su charango y de las limosnas, de la demencia de los que me rodean y de la mía propia.

Me acomodo entre tantos equipajes, al mismo tiempo en que me pregunto que abra dentro de ellos. Lucho contra esas ganas, soy un vagabundo no un criminal. Pero a veces la mente nos juega en contra, y maneja nuestros impulsos como piezas de ajedrez. A veces piensa los movimientos y otras veces no.

La venzo. Si, si. Logro contener mis ganas, pero necesito descargar esas emociones que me están quemando por dentro. Suspiro frustrado. Me arreglo los guantes de lana gris llenos de agujeros, y acomodo mi charango entre mi hombro. Pongo mis manos en la posición adecuada entre las cuerdas y comienzo con mi canto.

No es un canto agradable, mis cuerdas vocales no se acoplan al ritmo de la melodía. Descanso mi cabeza en la pared del vagón y escondo mis pies desnudos bajo una maleta de tela oscura. Me dejo relajar.

Ya mis manos se cansan de tocar, por lo que dejo mi única regalía. La apoyo en el suelo junto a mí. Me quedo en silencio, trato de imaginar algo que me distraiga, pero no puedo. Al menos no sin una dosis marihuana.

Busco entre los agujereados bolsillos de mi chaqueta, hasta que mi mano choca contra una bolsita de hierva. Se que es de idiota mi reacción, pero en mi mundo es lo único que hay.

Me dejo llevar por mi adicción, y caigo en la demencia. Mi mente empieza a crear distintas imágenes, pero me concentro en sólo una. Una que no tiene una figura definida, pero que llama mi atención. El espíritu esta envuelto por una espesa capa de humo blanco, igual a la que se ve en el vaticano cuando es elegido el nuevo Papa.

La espesa nebulosa se acerca a mí y me acaricia el rostro. No puedo sentir su tacto, pero observo el movimiento. Sé que me esta acariciando.

Un movimiento sacude el vagón y todo desaparece. Vuelvo al mundo real, y me arrepiento. Me gusta hundirme en mi propia demencia y no en la de los demás.

El ferrocarril se detiene, tomó mi charango y camino hasta una ventana. Observo para todos lados tratando de que nadie me descubra. Al verificar que el perímetro esta limpio, creo mi propio mundo de película de acción, y salto de la ventana. Caigo de rodillas en las vías. Me agacho para esconderme entre los grandes paredones y corro sin que nadie se percate de mi presencia.

Entonces, cuando llego al túnel y veo las luces de otro ferrocarril frente a mí, me rió y sigo caminando hacía él.

Tomo lo último que me queda de marihuana para poder visualizar a esa alma sin figura de humo blanco.

Estoy felizmente perdido en mi demencia. A la distancia logró verla.

Escucho a los lejos la bocina del ferrocarril, y después un rápido dolor, mis ojos se cierran y la oscuridad me invade.

En minutos la felicidad vuelve a mí. Me invade una euforia insoportable, y luego siento una caricia.

Abro los ojos y me encuentro con esa nebulosa, pero ahora no sólo la veo sino que la siento. Sonrió y me aferro a mi demencia. Sin duda, la mejor escapatoria a todas las demás.

La mía.

Luchy Franco