miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una carta de traición, de una embustera.




Inglaterra, Blandford Forum siglo XVIII (retazo)

Cosas raras sucedieron en los últimos tiempo, no voy a negarlo yo soy una de las principales causantes de ello. Debo confesarlo ahora, que estoy en mi lecho de muerte y quiero morir en paz.

Me veo obligada a relatar mis hechos desde mi juventud, cuando todo este infierno comenzó en donde arrastre a mis seres queridos. Quiero advertirles que les pareceré un monstruo y no espero que me comprendan, solo espero que me juzguen cuando tengan claras mis excusas.

Los tiempos han cambiado, en aquel entonces cuando yo aún era muy joven para entender la vida, las mujeres nos veíamos en la obligación de sacrificarnos para mantener o salvar a nuestras familias. Era muy madura para la época, esperaba al igual que mis hermanas encontrar a un hombre que me amará de verdad sin importar su estatus social, o su dinero.

Aún recuerdo cuando jugábamos con mis hermanos a que algún día ese sueño se haría realidad, es mas no tengo duda alguna que si no hubiese sido por mis actos eso habría sido verdad.

Cuando mi hermana menor cumplió los 15 años todo comenzó a tomar un rumbo diferente. De repente mis cuatro hermanos varones estaban comprometidos con mujeres de clases altas, y dos de mis hermanas casadas con hombres que amaban. En ese momento fue cuando se desato algo en mí, cuando me di cuenta que estaba siendo superada por mis hermanos menores, cuando me di cuenta que como la hermana mayor había fallado, no había sido yo la que había llevado a mi familia a la gloria. La última gota que rebalso el vaso fue cuando la última de mis hermanas, la menor, contrajo matrimonio, dejándome a mí humillada por aún no haberlo logrado.

Todos mis conocidos se burlaban de mí haciendo comentarios sobre aquel tema. En poco tiempo me convertí en una mujer ambiciosa, llena de deseo de sobre pasar a los que estaban a mí alrededor sin importar el precio que debía pagar.

Empecé con cosas sencillas, salía a bailes en donde conocía a hombres con gran valor económico, pero como era de esperarse ese tipo de hombre era el que mas rápido se comprometía, por lo que siempre era “la otra”, la amante sin ningún consuelo mas que las noches de placer cuando sus esposas se ausentaban. Si era verdad que era agasajada con joyas, viviendas, dinero… pero seguía sin apellido digno, sin ser reconocida ante la sociedad como la esposa de algún poderoso hombre de la corte, abogado, o dueño de algún importante banco.

No paso mucho para que en los diarios saliera mi nombre, siempre nombrada como dama de compañía, o la causante de importantes divorcios, y en algunos casos asesinatos. Sonara duro, pero nunca sentí remordimiento de mis actos hasta el momento ya que ahora soy capaz de entender lo que había provocado. No sufría al saber que mi familia se sentí herida por estas atrocidades, no me sentí culpable de las mujeres con hijos que quedaban en la calle por mi culpa, no me importaba a cuantas ya habían fusilado. Todo en mi era demasiado trivial, tenía ambiciones costosas.

Con los años empecé a usar mi belleza para manejar y chantajear a los hombres, los manejaba a mi antojo, tanto que lograba enloquecerlos. Era histérica, me hacía desear demasiado, pero por el momento me había facilitado muchas cosas y nunca había pagado las consecuencias de ello, a lo sumo los hombres con el tiempo se alejaban al darse cuenta de que mis exigencias eran demasiado altas por solo un capricho de ellos por acostarse conmigo.

Jamás olvidare la noche del 1º de septiembre. Recuerdo con lujo de detalle todo lo ocurrido ese día. Era la noche del baile más importante del año, en donde las personas sumamente importantes asistían, y por supuesto yo estaba en la lista. Dos de mis hermanos estarían presentes junto a sus esposas e hijos; mis sobrinos, sobrinos que aún no conocía. Desde que había quedado como la única soltera de la casa, había cortado toda comunicación con mis agraciados hermanos. Me enteraba de pequeñas cosas, como cuando ascendían de puestos o mis hermanas quedaban embarazadas, pero no era algo que me enteraba por voluntad propia. Aunque pasaba poco tiempo en mi casa eso no quitaba el hecho de que aún vivía con mis padres y ellos si estaban al pendiente de sus progenitores.

Esa noche me había mandado a hacer un vestido extravagante, excluidamente para atraer a hombres ricos y sucumbirlos con mi belleza opacando, así, a sus vagas esposas.

El pueblo estaba emocionado, todo bebía estar perfecto. La noche llego sin expresitos, al solo entrar llame la atención de varios hombres lo que llevo a que siempre estuviera acompañada; era el tema de conversación de la noche y estaba orgullosa de mis logros. Mientras hablaba con un hombre vago, sin encantos divise a una de mis hermanas, la que me seguía, con dos niños de la mano. Recuerdo que no puede borrarme sus rostros de mi mente en un largo rato; mi hermana no había sido agraciada en belleza, de hecho me atrevo a decir que era la menos bella de la familia, pero sus hijos eran algo digno de admirar. La niña, era esbelta con un cabello largo y risa del color del oro liquido, sus ojos eran grandes esferas de color cielo remarcados por sus espesas pestañas; el niño en cambio era al igual que su hermana esbelto y de tez clara, pero su cabello era mas oscuro casi de un cobrizo intenso, sus ojos verdes como esmeraldas y sus cejas de un espesos que hacían que su pequeña cara se viera como la de un hombre.

Años atrás me había dado el lujo de no asistir a su boda, por lo que no tenía ni la mas pálida idea de quien era su esposo, pero supe con certeza que debía ser un hombre que sobrepasase la belleza humana, que llegara a los limites de la obre de Dios. Entonces como si hubiese gritado mis pensamientos un hombre se cruzo en mi camino. Era el mismismo ángel, caído desde mi cielo personal. Si estaba en esa fiesta, me aseguraba un buen estatus económico, y ni hablar de lo que valdría su apellido. Además de esos beneficios que eran poco, ya que allí todos los hombres presentes podrían ofrecerme lo mismo, él había despertado algo en mí, el me había gustado.

Me sentí frustrada cuando me acerque a él, y use uno de mis trucos para seducirlo. El muy desgraciado no me había mirado ¡¿Quién se creía?! ¡Nunca nadie me había despreciado! En menos de segundos el se había convertido en mi mayor meta, él era el que quería para que me mantuviese toda mi vida, y al único al que estaba dispuesta a darle herederos.

Pase toda la noche tratando de llamar su atención, provocándolo, de momentos lograba que me mirara de soslayo, pero solo eso. Me sentía insultada por su desprecio. Entonces en el mismo momento en que iba a ir a gritarle, la música de uno de los bailes lleno la sala, en un minuto me encontraba envuelta en los brazos de aquel enfermizo y orgulloso hombre. Su mirada me comí, había despertado su deseo en mí. Lo seducí lo que quedo de la noche, y logre que nos apartáramos de la muchedumbre para poder comenzar mi trabajo. Debía jugar bien mis cartas, a él lo quería conmigo hasta el fin de mis días.

Pero no jugué bien mis cartas, ya que al solo entrar a la habitación que creíamos desocupada, encontramos una figura que yo conocía muy bien. Había crecido con ella, y la había odiado después, allí sentada de forma casual se encontraba mi hermana reluciendo su costoso anillo en su dedo anular de la mano izquierda. Mi acompañante se asombro al encontrarla allí, pero más fue mi asombro cuando me confesaron que estaban casados. Al principio pensé hacerme a un lado, dejar mi capricho y buscarme otro hombre, pero mi orgullo no me lo permitió, la envidia me carcomió. ¡¿Por qué ella podía tenerlo, sin tener mis dones, y yo debía morir sin mi felicidad?! Fue entonces cuando decidí, que no me importaba atropellar a mi hermana en el camino si eso lograba conseguir la mano de aquel hombre. Yo tenía un capricho, y no iba a estar tranquila hasta lograr mi objetivo.

Los ojos de mi hermana se llenaron de lágrimas cuando comprendió que su esposo estuvo a tan solo un paso de serle infiel. Me quede mirando la escena, quizás ella me lo hacía todo mas fácil, pero no, obviamente que no sería de esa forma. Él se acerco a ella y la consoló olvidándose de mí.

Luchy Franco.